Viernes,
20 de febrero, después de tres días de temporal de lluvia y frío
entre las montañas del norte de Alicante, decido hacer una
expedición a los humedales del Sur. Contacto con Jana Marco, quien demostró ser, otra
vez más, una excelente anfitriona ornitológica a lo largo de todo
el día de pajareo. Desde aquí, gracias.
Quedamos
en el habitual bar Los Molinos. Desde allí, y ya en un solo
vehículo, nos dirigimos al observatorio de La Reserva. Mi objetivo
del día era deleitarse de bisbitas y lavanderas, pardillos,
cigüeñuelas y fochas. Pajarear por el placer de pajarear,
descartando el objetivo de ver rarezas y objetivos similares. Y como
bien dicen en mi queridísima película “El Gran Año”, el
pajareo es cuestión de suerte, nunca sabes lo que te puedes
encontrar. Al final del día, después de hacer balance, uno se da
cuenta que por todo lo vivido, ese había sido un gran día.
Una vez
en el observatorio de La Reserva, ante nosotros, aparecían
centenares de aves acuáticas, algunas de las cuales si que censamos.
Porrones comunes, porrones moñudos, fochas, zampullines chicos y
cuellinegros, malvasías cabeciblancas, cormoranes, flamencos,
gaviotas reidoras, unos pocos patos cuchara y patos colorados y algún
que otro calamón.
Anas
clypeata, 15 ex.
Netta
rufina, 14 ex.
Oxyura
leucocephala, 226 ex.
Aythya
fulifula, 5 ex.
Aythya
ferina, 616 ex.
Abundantes eran los zampullines cuellinegros,
siempre esquivos a una fotografía. Me sorprenden sus doradas plumas
de las mejillas, típicas del plumaje nupcial. Por doquier, el
chif-chaf
de los mosquiteros comunes, ponían la banda sonora a un día que
empezaba gris, pero dando una luz especial al ambiente.
Después del exhaustivo recuento de anátidas, y
casi sin darle importancia al repetido no avistamiento del porrón
acollarado, salimos del observatorio, dispuestos a recorrer los
campos de huertas y cultivos que se extienden por la zona Sur del
Parque Natural. Un pájaro moscón se despide de nosotros con su
característico reclamo.
A partir de ese momento, sigo a pie juntillas, las
indicaciones de Jana para movernos por la maraña de carreteras,
caminos y veredas. En campos recién regados, y con los brotes de los
cultivos tapizando el suelo, nos deleitamos con decenas y decenas de
lavanderas blancas y pequeños bandos de alondras. Ésta última no
es una especie frecuente por mis habituales zonas de montaña donde
suelo pajarear, por lo que fueron objeto de detenida observación por
mi parte, prestando atención a todos los tonos de marrones que
presenta su plumaje. Pequeños grupos de pinzones se alimentan en
campos de granados.
Como si todas las rapaces se hubieran acordado
salir a la misma hora, detectamos más de 5 águilas calzadas en
vuelos, un ratonero que salta desde un árbol, un lejano cernícalo,
un aguilucho lagunero en pleno ágape y, entre los terrones de la
tierra roturada, Jana detecta un esmerejón, un individuo que se
quedó como juv. o hembra. Vaya bicho bonito. Mi tercer avistamiento
de esmerejón en mi vida. Un momento singular ver aquella pequeña
rapaz confundiéndose en el terreno y mirando a todos los lados a la
búsqueda de una posible presa.
Abandonamos
aquella zona para continuar nuestro recorrido. Una parada obligada
fue la observación de gorriones molineros, mis queridos gorriones. Y
entre foto y foto…gruuu…gruuu. ¿Qués es eso? ¿Grullas?
Gruuuu…gruuuu. Siiii, son grullas. Allí están. En efecto, 40
grullas comunes se alimentaban en unos campos ya hace tiempo
cosechados. Qué deleite observar esas imponente aves!!!! Rojo,
blanco níveo y gris perla. Fue el momento grulla del día.
Grupo de 40 grullas comunes
Continuaba
nuestro recorrido por caminales, adelanto a una señora ciclista,
paramos a ver unas garcillas, me adelanta la señora ciclista, la
vuelvo a adelantar, paramos para observar una liebre agazapada.
¿Cómo demonios la detectó Jana? Si apenas se movía el animal y su
pelaje la integraba en el suelo. El animal emprende veloz carrera y
mi boca de desencaja. Vaya espectáculo.
Ya de vuelta, y antes de dirigirnos hacía las
Salinas de Santa Pola, nos dejamos caer por el observatorio de la
Reserva por si estuviera por allí el porrón acollarado, insigne
porrón. Al pato no lo vimos, pero sí que nos encontramos con
Antonio Jacabo, insigne ornitólogo y con el que siempre es un placer
conversar. Creo que ese encuentro con un par de cervecillas o un par
de cafés, se hubiera extendido durante unas horas, ya que las
charlas de pajareo siempre son agradables en buena compañía.
Y como siempre suele suceder cuando bajo de
pajareo a esa zona, se hacen las dos del mediodía y aún ni nos
planteamos parar a comer. Esta vez, fuimos a comer a la orilla del
mar, a las playas del Pinet. Entre bocado y bocado de bocata de atún,
observaba a los numerosos alcatraces deambular mar adentro.
Al fondo, se divisa la isla de Tabarca, isla que me acogerá la segunda quincena de abril dentro del proyecto Piccole Isole de anillamiento durante la migración prenupcial.
Isla de Tabarca desde la playa de Pinet
Acanthocardia tuberculata Donax trunculus
A partir
de ese momento, ya esperábamos que Miguel Angel Andrés se uniera a
nosotros.
Llegamos a las salinas del Pinet y allí estaba el
paraíso. 11 espátulas, algunas de ellas marcadas con anillas de PVC
blanco con cuatro códigos alfanuméricos y una de ellas con
combinación de anillas de colores. Avocetas y cigüeñuelas y alguna
que otra gaviota picofina. Todos ellos alimentándose a escasos
metros de la valla. Las cámaras emitían ráfagas y ráfagas de
fotos. El momento y las aves lo merecían. Al fondo de la salina, un
grupo de 20 agujas colinegras (Limosa
limosa) hacían lo mismo, alimentarse.
Un grupo mixto de 2 correlimos comunes y 5 corelimos menudos, volaban
inquietos de una parte a otra de la salina. Las agujas colinegras ya
mostraban un soberbio plumaje nupcial, con tonalidades marrones,
oxido rojizos u ocres. Que le vamos a hacer, los pintores vemos
colores de nombres poco habituales.
Gaviota picofina
Cigüeñuela
Avoceta
Cigüeñuela
Espátula anillada con una anilla de PVC blanco con 4 códigos alfanuméricos.
Espátula anillada con una combinación de anillas de colores. Posiblemente, holandesa.
Por si no tuviéramos bastante con todo aquello, un macho de alcaudón meridional, emitía unas notas de canto territorial delante de una hembra y otro macho pretendiente. ¿Qué decir ante aquello?
Pareja de alcaudones meridionales. El macho, a la izquierda, emitiendo su canto de celo
El Sol iba cayendo y el rosado plumaje de las
gaviotas picofinas adquirían cálidas tonalidades, mientras que las
blancas plumas de avocetas y espátulas eran de todos los colores
menos blanco.
Después de una hora de éxtasis, nos acercamos a
las Salinas de Santa Pola, al ya clásico observatorio de la Torre de
Tamarit. 14 vuelvepiedras (Arenaria
interpres) vuelan delante de nosotros.
Difícil
explicar el momento del encuentro del nudibranquio por parte de Jana
para asombro de Miguel Angel y mío. Un animalito de agua salada de
escasos 2 centímetros, Precioso y enigmático.
Gaviota patiamarilla
Clásicas son ya las fotos de la puesta de Sol en
ese punto. Antes de emprender viaje de vuelta, recuento de centenares
de gaviotas sombrías y patiamarillas, con sus mil y un plumajes
diferentes de inmaduros, subadultos y de adultos. Todo un reto para
un montaraz eurosiberiano como yo.
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