Supongo que todo aquel que me
conoce un poco, sabe de mi fascinación por la Segunda Guerra mundial, hecho
histórico atroz en toda su dimensión y al que hay que conocer y recordar para
tener presente continuamente y no volver a caer en las mismas miserias y
barbaridades. Aunque parece ser, y a la vista está diariamente en todos los
medios de comunicación y redes sociales que, a día de hoy, el ser humano es
capaz de volver a repetir las mismas atrocidades.
También sabrá quién me conoce que
en mi vida está el arte en todas sus modalidades. Actualmente, aún leo cómics,
aún leo “tebeos” y desde hace un par de años esperaba con ansia la publicación
de la historia gráfica a la cual me voy a remitir.
Sabía de ella porque su autor, JordiPeidro, en conversaciones o contactos que de tanto en tanto tenemos, me había
hablado de este proyecto. Gracias a las redes sociales, me enteré de su
inminente publicación hace un par de semanas al tiempo que recibía la
invitación personal. Complicaciones familiares de cierta gravedad me impidieron
ir a la presentación que se realizó aquí en Alcoi.
Ha costado conseguir un ejemplar,
pero desde esta tarde ya lo tengo en mis manos. Primero que todo, abrir el
libro y oler la tinta sobre el papel; después el tacto, apreciar la calidad del
papel utilizado y dar un vistazo rápido por encima para visualizar en rasgos
generales el color, la línea y el trazo utilizado.
No he podido evitar leer páginas
y páginas y así me he enganchado. No es un cómic. No es un tebeo. No es una
publicación para reír y divertirse. Es la descripción, cruda y cruel, tremenda
en toda su magnitud, del sufrimiento humano y de la degeneración como persona
que se puede llegar a sufrir cuando el odio y la barbarie se apoderan y anulan
la capacidad de raciocinio del ser humano.
En esta historia gráfica, se
intuye la opresión de los torturadores con la sola reiteración de los gritos,
una línea intensa, dura, negra, define y dibuja el padecimiento o la crueldad y
la maldad en cada una de las figuras.
Una utilización del color que ya
de por sí describe los diferentes elementos, los ambientes, el sufrimiento, la
palidez de la piel o la misma muerte.
He visto muchas películas, sobre
todo de las realizadas en los últimos años sobre este periodo histórico. Ni los
primeros 20 minutos de “Salvar al Soldado Ryan” con toda su barbarie pueden
trasmitir tanto como lo han hecho viñetas como el pánico ante la muerte de la
inyección directa de gasolina en el corazón o el sufrimiento desmedido de la
muerte por eventración a bayonetazos de un prisionero judío. Y tal vez porque
sea la propia viñeta la que a uno le hace imaginar el dolor y el horror más que
la cómoda visualización en una pantalla de una escena similar.
Y es que “Esperaré siempre tu regreso” no es
una historia cualquiera, no es una película de Hollywood ni una producción de
Spielberg. Es la vida real, el periplo de Paco Aura, un alcoyano que tras
luchar en la Guerra Civil, pasó a Francia a luchar contra la opresión nazi y
donde fue hecho prisionero y deportado al campo de concentración de Mauthausen.
Y sobre su sufrimiento sin fin en aquel horrible lugar y sobre su entereza
frente a la adversidad se basa toda la historia. Y es que cuesta llegar a
comprender, que lo que cuenta en primera persona el protagonista, no es una
historia inventada, no es un libro leído o una película vista. Es su propia
vivencia. Una persona que nos está diciendo que él fue testigo presencial de
las salvajadas más abominables que el ser humano puede cometer contra otros seres
humanos.
Perfectamente hilada y
magistralmente dibujada y coloreada por Jordi Peidro. Una verdadera obra
gráfica coral por la utilización de diversas técnicas para que según motivo que
contar.
Mi más profunda admiración por la
persona de Paco Aura, casi centenario, por su tesón y integridad y mis
felicitaciones y enhorabuena a Jordi por la maestría con la que ha elaborado
este proyecto.
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