lunes, 15 de diciembre de 2014

La rareza del alcaudón Isabel

Creo que solamente había hecho una cosa parecida un par de veces en mi vida. Salir a escape por observar un ave. El primero fue aquel buitre negro anillado que apareció en un muladar de la sierra de Mariola, aquel día vivía poseído por el espíritu de kenny Bostick. Años más tarde, y ya más como Brad Harris hice más de 350 km a la búsqueda de esa hembra de negrón especulado que merodeaba por la desembocadura del río Segura y que llevaba medio alborotado a todo el colectivo de pajareros de Alicante.

Y ya actualmente, cuando todo se ha puesto en orden, dedico casi todo el tiempo que tengo libre a una de mis dos pasiones, la ornitología, el pajareo, la observación y deleite de las aves.

Ese viernes 12 de diciembre un correo de la SVO de los hermanos Bort alertaba sobre la posible presencia de un alcaudón Isabel en la marjal de Almenara ya en la provincia de Castellón.

Unos mensajes de wassap me proponían con un ¿Te apuntas? a salir al día siguiente temprano y claro una especie que ya de un principio me costaba ubicar en el mapa no podia tener otra respuesta que un rotundo SÍ.

7:45 de la mañana en la gasolinera de la salida de Alcoi. Jana me recogía para dirigirnos a Valencia donde haríamos trasbordo en casa de Alex para ya coger rumbo a la marjal de Almenara.

Llegamos sobre las diez de la mañana y al final del camino un grupo de pajareros aparecían entre trípodes, cámaras y telescopios. Uno de ellos guardaba su telescopio en el coche augurando lo peor. Bajamos del coche y tras las presentaciones, la frase que no queríamos oír...ya se ha ído.

Todo el grupo se fue, y allí nos quedamos los tres revisando con telescopio y prismáticos los grupos de cañas y carrizos donde nos habían comentado que se había metido ese alcaudón. Unos angustiosos 45 minutos, interminables, son los que pasaron hasta que el infalible ojo de Jana Marco descubrió al ave. Allí estaba, el alcaudón Isabel. Precioso. Una especie originaria del oeste de China, Afganistán, Rusia y Mongolia aparecia ante mis ojos.

Tras una primeras fotos para asegurar e inmortalizar el momento dieron lugar a casi 200 fotografías, bien con la cámara bien con la técnica del digiscoping.

Allí estaba ese pequeño alcaudón de cola rojiza y aterciopelado plumaje de color beige. Dejándose fotografiar a placer y sin mostrar temor alguno ante la presencia humana. Imitaba el canto de un Acrocephalus melanopogon, perseguía mosquiteros en un intento de caza o bien capturaba una libélula para devirarla ante nuestros atónitos ojos.

Ya al final de la mañana fueron apareciendo más remesas de ornitólogos, algunos llegados desde las lejanas tierras castellanas con el objetivo de observar a tan rara ave.

Ya de vuelta, me costaba asimilar lo acontecido a lo largo del día. ¿Cuantas veces en mi vida volveré a ver a esta especie? ¿Una, dos, nunca?

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